Lic. María del Carmen Albareda Conocí a Pedro Dynamo (Nota del editor: Nombre ficticio pero una historia real ), hace unos diez años. Era un muchacho “muy seriecito” –como hubiera dicho mi madre- inteligente y proactivo. Creció profesionalmente, ascendió en los puestos jerárquicos de su empresa. Hoy ocupa una oficina, sencilla, con un cartelito chiquito en la puerta, con letras parejitas que dice: ¡Jefe! La mayoría admira su cintura política para atravesar " twisters " institucionales y una manifiesta actitud de encontrarse con el otro; de poder mantener conversaciones cara a cara. Sin embargo, a pesar de esto, intuyo una vida vapuleada por encontronazos con los empleados. El empleado El hecho de tener un ¡Jefe! hace que ese empleado "tipo", por ejemplo, el soltero seductor o el padre de familia formal, o la chica competente, o el operativo con mucha antigüedad, se transformen. El hecho de tener un ¡Jefe! modifica a algunos. Se vuelven